04 mayo 2012

¿Derrotar al diablo o ganar almas para Cristo?


Descubra cuál es el verdadero propósito de la Guerra Espiritual



A doña Julia le encantó la idea de involucrarse en la Guerra Espiritual. “Ahora hasta el diablo tendrá que salir corriendo”, le dijo a su esposo cuando terminó de leer la última página de un Manual que escribí sobre cómo ministrar liberación a una persona atada por las tinieblas y sentar las bases para que siga vivenciando esa libertad en Cristo.

Lo que no imaginaba era que, pararnos en la brecha para resistir al mundo de las tinieblas, demanda una íntima relación con Dios que nos fortalece, protege y guía en todo el proceso.

--Definitivamente este asunto de estar peleando contra los demonios no es lo mío—explicó la próxima vez que hablamos--. Prefiero desarrollar trabajo social en la iglesia--.

Igual que ella, muchos cristianos se dejan arrastrar por la novedad o quizá la búsqueda de poder sobrenatural, pero cuando comprenden por qué y para que libra la Guerra Espiritual, prefieren renunciar y dejar “quietecito al diablo”.

No es tiempo de salir corriendo


Estaban orando por los enfermos. El lugar estaba lleno, una verdadera multitud. El predicador elevaba la oración con los ojos cerrados y un gesto de solemnidad que se reflejaba en la quietud del momento. Y fue justo en ese instante que se manifestaron los demonios en una mujer. El orador miró aterrorizado y se hizo a un lado, espantado por la posibilidad de tener una confrontación…

¿Es tiempo de huirle al mundo de las tinieblas que está operando poderosamente en un mundo caído y en pecado como el nuestro? En absoluto. Satanás y sus huestes están vencidos y nos corresponde librar la batalla. ¡Es hora de levantarse en el poder de Jesucristo! El apóstol Pablo declaró que mediante la obra de Jesús en la cruz, la maldad fue vencida y que se levantó en victoria “…y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.”(Colosenses 2.15)

Aunque haya quienes quieran ignorarlo, la batalla es real. Basta que mire alrededor y comprobará el aumento inusitado del ocultismo, que no constituye otra cosa que un avance de Satanás sobre la sociedad, sin importar el país, idioma o densidad poblacional. Y gobernando sobre el género humano, despliega su ataque contra el pueblo de Dios “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales.”(Efesios 6:12, Nueva Versión Internacional)

La única alternativa que tenemos usted y yo, como siervos de Jesucristo, es librar la batalla y recobrar el territorio que nos robó el Adversario espiritual. Al fin y al cabo es una confrontación de poderes espirituales en la que Dios manifiesta Su soberanía a través de su pueblo escogido.

No permita que las almas se pierdan

En tanto estamos cómodamente abrigados en los templos, millares de personas en todo el mundo se pierden en la eternidad, sin Cristo en el corazón. Gracias al pecado en el que se encuentran inmersos, Satanás ha cegado su entendimiento, como explicó el apóstol Pablo. “Pero si nuestro evangelio está encubierto, lo está para los que se pierden. El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios.”(2 Corintios 4:3, 4. Nueva Versión Internacional)

Esa venda, que el enemigo ha colocado en hombres y mujeres, es la causa de que nuestras acciones evangelizadores no tengan—en apariencia—mayor desarrollo y eficacia. ¿Qué hacer entonces? Volvemos al mismo asunto: librar la batalla para que pongamos freno a Satanás y su ejército y de esta manera, al recibir las Buenas Nuevas de Salvación, las personas puedan vivir a plenitud, haciendo realidad el anuncio del Señor Jesús: “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.”(Juan 10:10. Nueva Versión Internacional)

La decisión de renunciar a los pactos o puertas abiertas al ocultismo y por tanto al mundo de las tinieblas, es de cada quien. Pero usted y yo, como militantes de Cristo, atamos las fuerzas de maldad para que el Evangelio pueda avanzar victoriosamente en la tierra.

Recuerde que el poder es nuestro, tal como instruyó nuestro amado Dios y Padre celestial al profeta Jeremías: “Mira, hoy te doy autoridad sobre naciones y reinos, »para arrancar y derribar, para destruir y demoler, para construir y plantar.”(Jeremías 1:10. Nueva Versión Internacional). Nuestro poder está en Jesucristo y, tomados de Su mano, libramos la batalla en oración, que limpia el terreno donde vamos a plantar el Evangelio.

La meta, ¿cazar peleas con Satanás?

Se equivocan quienes creen que la meta es cazar peleas contra Satanás para destruirlo. Ese no es el objetivo final de la Guerra Espiritual que libramos como militantes de Cristo, sino rescatar de la esclavitud a quienes se encuentran bajo el dominio de potestades y principados, rompiendo las maldiciones y ataduras mediante las cuales puede ejercer su gobierno.

Aun cuando el diablo nos venda la idea de que tiene poder, debemos recordar siempre que no solamente está vencido sino que su destino final es el mismo infierno, como escribe el apóstol Juan: “El diablo, que los había engañado, será arrojado al lago de fuego y azufre, donde también habrán sido arrojados la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.”(Apocalipsis 20:10, Nueva Versión Internacional)

Es importante tener muy claro cuál es nuestro propósito: librar las batallas de la Guerra Espiritual para frenar el avance de Satanás, recobrar el terreno que había tomado y abrir los ojos a hombres y mujeres para que conozcan el Evangelio de Salvación de Jesucristo.

Es tiempo de recibir a Cristo en el corazón

El paso más grande para avanzar hacia la victoria en los ataques que libra en contra nuestra Satanás, radica en recibir a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestras vidas. Puede hacerlo ahora mismo, con solo decirle: “Señor Jesucristo, reconozco que he pecado. Gracias por darme la victoria sobre el pecado y la tentación, mediante la fuerza de tu Espíritu Santo. Gracias por morir en la cruz por mis pecados y abrirme las puertas a una nueva vida. Hoy te recibo en mi corazón como su único y suficiente Salvador. Haz de mi la persona que tú quieres que yo sea. Inscríbeme en el Libro de la Vida. Amén”

Si hizo esta oración, lo felicito. Su existencia será renovada. Comienza hoy un nuevo capítulo en su existencia. Ahora tengo tres recomendaciones:

1. Lea la Biblia. Es un libro maravilloso en el que aprenderá principios que le llevarán al crecimiento personal y espiritual.
2. Ore cada día. Orar es hablar con Dios. Nos permite tener intimidad con Él.
3. Comience a congregarse en una iglesia cristiana.

Fernando Alexis Jiménez

Si tiene alguna inquietud, por favor, no deje de escribirme ahora mismo  esmeraldaazul_2006@yahoo.com.ar.

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