“Mi hija está muy bien. La gente que atiende a los prematuros me dijo que acá es una costumbre festejar con una torta cuando los bebés llegan al kilo de peso. Yo espero que sea un festejo doble: por el mes de vida y por su primer kilo ”, dice Analía Boutet, con la voz esmerilada por el cansancio.
Es probable que ocurra como lo desea. Luz, que nació con 780 gramos, viene ganando 20 gramos por día, y el registro de ayer fue de 980 gramos. Todavía se mantiene con asistencia mecánica para poder respirar, pero Analía dice que ese apoyo “es mínimo”.
La beba vive gracias a que la noche del 3 abril Analía quiso ver el cuerpo de su hija, casi 12 horas después de que la dieran por muerta. De una heladera de la morgue sacaron el cajón. Fabián Verón, su marido, desclavó la tapa y ella se encontró que la niña se movía. La felicidad desbordante de los primeros días dio paso a la angustia y luego a la esperanza. Luz Milagros estuvo cerca de la muerte hace dos semanas, cuando sufrió un paro cardiorrespiratorio. Los médicos pudieron reanimarla, pero surgieron complicaciones derivadas de su condición de prematura (nació a las 26 semanas).
Los partes médicos continúan hablando de un cuadro grave. Pero Analía y Fabián están convencidos de que saldrá adelante . Ellos celebrarán el primer mes de la beba con una cadena de oración. Invitaron a que a las 10, en el hospital, personas de todos los credos se reúnan a rezar una plegaria. Se aferran a cada detalle alentador para darse fuerzas. “Hace dos semanas que está estable, sin cambios malos”, apunta Analía. “Tenemos fe en Dios, y creo que por eso no me caigo. Después de lo que pasó, para mí todo es bueno”, dice.
La otra buena noticia es que luego de un par de intentos fallidos, Luz está volviendo a recibir una dosis diaria de leche materna. Son los mejores momentos del día para Analía: tenerla unos minutos en brazos y ver que su hija recibe el alimento que ella le brinda. “Noto que reacciona más, aunque dicen que puede ser el efecto de los anticonvulsionantes”, cuenta.
Desde hace un mes, el hospital se volvió para Analía su hogar. Allí llega a las seis de la mañana y se retira bien entrada la noche. Cuando no aguanta más, duerme en un banco. Siempre recibe muestras de cariño de desconocidos. “Una mujer policía se me acercó y me dio una muñeca de patas largas. Me dijo que me la daba porque soñó con Luz ya grande, y vio que va a ser flaca. Me prometió que cuando la nena cumpla un año me va a contar el resto”, relata, con una sonrisa tenue.
Durante el día, Fabián cuida de los otros cuatro hijos del matrimonio: Ramiro (5), Camila (8), Micaela (9) y Santiago (12). Otros familiares ayudan para que los padres de Luz puedan estar más pendientes de la beba, a la que sus hermanos sueñan con tener en su casa de una vez. Para que eso pueda suceder, todavía falta mucho. Una batalla intensa y larga que Luz enfrenta con una tenacidad asombrosa. Como si supiera que la pelea es a todo o nada.
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