Cuando hablamos de peleas, nuestra memoria nos puede llevar a momentos no gratos, que realmente no querríamos recordar ¿verdad? Por eso mi intención es que juntos reflexionemos, si vale la pena pelear, ¿por qué cosas pelear? y ¿qué vamos a lograr con eso? Es importante que nos preguntemos, que pensemos antes de enfrentarnos a situaciones que nos pueden llevar a hacer cosas que no nos van a servir para nada, porque las encaramos mal, porque hay algo que tenemos que aprender:
“CON DIRECCIÓN SABIA SE HACE LA GUERRA”
Hay peleas que no las buscamos, vienen solitas
“Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim”
En Refidim el pueblo de Israel se queja y allí atacó Amalec; las quejas atraen lo malo, antes de que apareciera Amalec, el pueblo había dicho: “¿está, pues Dios con nosotros, o no? ¿Te suenan familiar esas palabras? ¡Cuántas veces nosotros también dijimos lo mismo! Amalec representa los golpes imprevistos, cuando estás yendo hacia un sueño maravilloso y de pronto aparece la contienda.
No había motivo para atacarlos porque no había botín, el diablo nos suelta esos golpes para destruirnos.
¿Qué hacer en los momentos difíciles? Moisés le pide a Josué que elija a los mejores soldados para pelear, él mientras se iría a levantar los brazos para adorar mientras Josué peleaba. Siempre busca gente que levante los brazos por ti, gente de fe, mientras tú te enfrentas al conflicto. Dios siempre te va a dar un plan cuando Amalec te ataque.
Moisés representa el esfuerzo espiritual: estudiar la palabra, congregarse, activar en la obra de Dios y Josué representa la inteligencia; el esfuerzo terrenal. Para ganar las batallas necesitas las dos cosas.
Porque tú puedes ser muy espiritual, pero si materialmente estás escaso, no puedes vencer ninguna batalla, porque las batallas las ganan los que están “bien armados”. O al revés puedes estar muy fuerte materialmente y no tener conexión con Dios, tampoco así podrás vencer, porque necesitas el auxilio que viene de lo alto para poder ganar.
Fíjate en el ejemplo de José, él logró estar bien parado en ambos mundos, el material y el espiritual y fue el segundo después de Faraón. Llegó a un nivel terrenal y espiritual extraordinarios.
Sé un levantador de brazos
Hubo dos hombres que fueron protagonistas fundamentales en esa pelea, ellos lo único que hacían era levantar los brazos de Moisés. Sus nombres eran Aarón y Hur, ambos estaban en la cima de la montaña con Moisés. Ellos podían contemplar desde lo alto el resultado de la batalla. Moisés representaba la Presencia de Dios entre el pueblo, por eso se veía desde arriba; entonces los hombres que estaban abajo peleando, cuando lo veían a Moisés con los brazos en alto, era como si verían a Dios que estaba de su lado.
Nosotros nos preguntamos ¿quién nos va a ayudar? ¡Nuestra fuente es Dios! Cuando levantemos las manos que se entere todo el mundo; que vean que Dios es quien nos da el trabajo, la salud, la inteligencia. Hasta los demonios observarán que ¡Dios es la fuente de nuestra victoria!
Pelea para romper tu limitación
A Dios le encanta la gente que pelea para romper su limitación. Jacob peleó contra un ángel, quien le cambió su nombre, le dijo desde ahora en adelante ya no te llamarás más “tramposo” (eso significa Jacob) te llamarás “príncipe”. Tú no eres lo que la gente piensa de ti, tú eres lo que Dios dice que eres. Si peleas por tu libertad espiritual, financiera, y mental Dios te premiará. Jacob había prosperado mucho económicamente, pero necesitaba un cambio y Dios se lo concedió, al ver su disposición de luchar por su bendición.
¿Quién ganó la pelea? Jacob no ganó, pero peleó, Dios no premia al que gana, Dios premia al que pelea.
“Dios va a ungir tus manos para la batalla y tus dedos para la guerra”
Allí dice “ungir” eso habla de la capacidad sobrenatural que Dios te dará para que pelees y que ganes, recuerda que CON DIOS SIEMPRE GANAMOS, PORQUE ÉL NUNCA PERDIÓ NINGUNA BATALLA.
Antiguamente durante las grandes peleas; cuando el ejército perdía, el entrenador decía:
“Perdiste la batalla pero no la guerra, seguí adelante”
Cuando el ejército ganaba el entrenador decía:
“Ganaste la batalla pero no la guerra, seguí adelante”
Siempre el Espíritu Santo te va a motivar. Tienes que seguir, tiene que ser el Espíritu Santo quien te empuja, no la gente.
Porque las batallas, las peleas, a veces vienen sin que las busques, pero es el Espíritu Santo quien toma la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios y la pone en acción, siempre vas a vencer con las armas del Espíritu.
Por eso necesitas conocer la palabra, amarla, profundizarla, meterte con ella y entonces podrás decir:
“yo me regocijo en tu promesa como el que halla un gran botín” Porque es ella, la que te instruye y te da todas las estrategias que necesitas, para darle un sentido verdadero a la lucha con la que te enfrentas cada día, y te añade el regocijo de haber vencido legítimamente.
Por Silvia Truffa
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